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Bélgica
En su destino intervino tanto la herencia paterna, rico desertor francés, hombre de cultura y sensibilidad extraordinarias, como la herencia materna, la venta de cuyos bienes le permitió sustraerse a las preocupaciones materiales cotidianas y consagrarse enteramente a la literatura y a los viajes. Tuvo una infancia y juventud viajeras acompañando a su padre (sur de Francia, París, Holanda, Londres…), y sus estudios fueron dirigidos por preceptores privados y por su propio padre. El dominio de numerosas lenguas (francés, latín, inglés, griego, italiano…) le abriría las puertas de las grandes culturas.
Pese a no vivir en Bruselas más que las seis primeras semanas de vida, calificaba a esta ciudad de especuladora y mundana, pero a raíz del éxito de sus Memorias de Adriano (1951) la capital volvió a gozar de su favor, gracias a la amistad de escritores como Carlo Bronne, Georges Sion y Suzanne Lilar. Solía visitar regularmente a esta última en su casa de Sablon. Sin embargo, para ella Bruselas era ante todo la ciudad en que había muerto su madre como consecuencia de su alumbramiento y en la que estaba enterrado su padre.
Las iglesias de Bruselas, lugares de cultura antes que lugares de culto, son problablemente los primeros ambientes de su iniciación en el arte. La iglesia Sainte Croix en la que fue bautizada, la iglesia de Laeken en cuyo cementerio reposa su padre, la de Saint Gilles en donde se casaron sus padres y la de Carmes a la que antaño acudía su madre, representan lo esencial de estos lugares de peregrinaje estético. Años más tarde, Salvador Dalí se interesó por el caso de «Alexis» que ilustraría con un dibujo en una edición de lujo. De su entronización en la Academia Real de Bélgica a su paso por los hoteles Astoria y Amigo, Bruselas, y su Grand-Place en particular, ocuparon un lugar especial en su corazón.
Sin embargo, Brujas es la ciudad en que situó la casa de Zenón el héroe de «Opus Nigrum», que ella deseaba contemplar durante sus estancias en el hotel "t'Pandreitje". No lejos de allí, la granja Ter Woeste, vestigio de una abadía cisterciense, el cementerio de Damme en el que durante un tiempo quiso que la enterraran y la reserva natural de Zwin en la que acostumbraba a pasear, constituyen otros tantos lugares a los que profesó un cariño especial.
Bélgica, por medio del arte y de sus museos, representó un amplio campo de inspiración, del cual formaba parte el Museo de Arte Antiguo de Bruselas, lugar que frecuentó para contemplar las obras de Brueghel, Rubens y Rembrandt. Hasta tal punto apreciaba a este último que llegó a atribuirse un vínculo familiar con él.
Sus relaciones familiares, de amistad y culturales con Bélgica son numerosas como lo atestiguan Los dioses no han muerto, obra dedicada a su ama de llaves, y su amistad con una hermana del convento inglés de Brujas. Basta con releer el Laberinto del mundo, obra consagrada a sus orígenes familiares, para convencerse de ello.
